Guardar silencio y pensar lo que se va a decir es uno de los mejores consejos que cualquier persona con sabiduría le va a enseñar como norma básica, para mejorarnos a nosotros mismos.
Una gran equivocación en la que caemos la mayoría de la personas es en atropellarnos a la hora de hablar y decir muchas cosas sin detenernos por un minuto para meditar sobre lo que estamos diciendo, por este motivo en incontables ocasiones herimos a otras personas, nos herimos a nosotros mismos, atacamos con nuestras palabras a otros, nos comprometemos para hacer que cosas que no podremos cumplir, comprometemos nuestra palabra, decimos cosas indiscretas sobre la vida de los demás o sobre nuestra propia vida, decimos cosas imprudentes, creamos falsas expectativas en nuestros seres queridos y en nuestros amigos, ilusionamos falsamente a los demás e incluso nos ilusionamos falsamente a nosotros mismos, etc.
Todo lo anterior nos ocurre por una simple y sencilla razón, no estamos pensando para hablar, por el contrario hablamos primero y luego pensamos, es entonces cuando de manera tardía viene el razonamiento clásico, el cual casi todos en algún punto de nuestras vidas hemos tenido: ¨YO PORQUE DIJE ESTO¨ o ¨YO PORQUE ME COMPROMETÍ CON ESO¨.
Porque dijo eso? o por que se comprometió con aquello?
Respuesta: Porque se puso a abrir la boca sin pensar primero en las consecuencias de sus palabras, por eso!
Antes de hablar:
Escuchemos atentamente a nuestro interlocutor y luego de eso razonemos claramente las cosas que diremos a continuación, para eso podemos utilizar una especie de retenes imaginarios, es una manera para pensar primero y luego filtrar lo que vamos a decir o las palabras que vamos a utilizar.
En el primer reten podemos pesar:
Lo que voy a decir es verdad?
Es muy importante estar seguros si lo que vamos a decir es verdadero o solamente estamos diciendo cosas que no son ciertas y que a la larga nos pueden traer dificultades, ponernos a decir mentiras tarde o temprano nos trae problemas por la carga emocional de las mismas o por la carga de compromiso que llevan nuestras palabras. Ahora si lo que estamos diciendo no hay forma de probarlo o sencillamente no sabemos si es cierto o no es cierto, es mejor aclararlo con la persona que tenemos al frente, para no caer en imprudencias, porque tarde o temprano nos van a venir a decir USTED ME DIJO ESTO O AQUELLO y no era verdad.
En un segundo reten podemos pensar:
Lo que estoy a punto de decir es necesario decirlo?
Muy importante este punto porque en muchas ocasiones se hacen comentarios sobre cosas de las que realmente no es necesario comentar, por ejemplo hablar sobre una persona que está presente o peor aún si no está presente y comentar que subió mucho de peso o que bajo mucho de peso, o sobre la ropa que llevaba puesta un amigo/a nuestro en una reunión, o entrar en controversias y discusiones sobre religión, política cuando hay un clima agradable y nadie tiene en mente esos temas, peor aún hacer comentarios sobre lo felices que somos en nuestra relación amorosa, laboral, económica, etc si sabemos que nuestro interlocutor o alguien del grupo de conversación pasa por un momento muy difícil y contrario al nuestro (es como restregarle en el rostro lo bien que nos va mientras ellos pasan un mal momento).
En otras palabras pensar si lo que vamos a decir es necesario decirlo o si es prudente decirlo (no importa si es verdad o no lo es) en ese momento o mejor dejarlo para otro momento más adecuado con el fin de no herir susceptibilidades o incomodar innecesariamente a los demás y sin ninguna razón.
Finalmente en un tercer reten podemos pensar:
Lo que voy a decir es algo amable?
En muchas ocasiones maltratamos a los demás con palabras muy fuertes y rudas que en la mayoría de los casos no es necesario utilizar, por ejemplo decirle a una persona ¨Gorda páseme el libro¨ cuando podríamos decir ¨Me puede pasar el libro por favor¨ sin necesidad de agredir a la persona por su físico, muchos individuos piensan que es gracioso llamar a los demás con sobre nombres o apodos como gorda, huesitos, flaquín, cabezón, mechas, cachetes, etc. Esto no es una manera amable de dirigirse a los demás, por el contrario es una manera ruda y agresiva que lleva implícita una burla contra la persona y salvo contadas excepciones a nadie le gusta que lo llamen por esos sobrenombres que maltratan.
Otra manera de generar un mal ambiente es hacer comentarios negativos ya sean ciertos o no, sobre la situación de un país o las costumbres en otras regiones del mundo y más si está escuchando una persona que proviene de esos lugares, en el 100 % de los casos hablar de manera poco amable, tarde o temprano nos trae dificultades y enemistades.
Nada nos cuesta dirigirnos a los demás de manera amable y cordial, por el contrario nos trae beneficios prácticamente inmediatos, dejamos buena impresión en todas partes y finalmente dejamos sembrado el camino para futuras relaciones que pueden ser muy beneficiosas para nosotros más adelante y solamente por detenernos unas fracciones de segundo a razonar si lo que vamos a decir es algo amable.
Piense para hablar y tenga en cuenta que:
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